Hecho con el corazón, sin detalles gráficos, ni una banda sonora espectacular, Don’t Look Back es uno de los pocos juegos que han logrado emocionarme. Los ingredientes son simples: un protagonista, los enemigos y un objetivo. Objetivo que desde el principio intuimos que no es cualquier cosa. Primero sólo nos explican como saltar, caminar y disparar. Como cualquier videojuego, pero el protagonista parte de una tumba. Y no es la suya.
Nos sumergen en un plataformas puro y duro para, tras dos jefes de final de nivel, dar un giro dramático y transformar el juego en una historia sin narrador, sin texto en pantalla. Un mensaje fuerte y claro. Si lo quieres sentir juégalo y deja de perder el tiempo leyendo esta mierda.